Bueno, estábamos
acá.
CONTINUAMOS.
En un momento ella que había decidido no comprarse cigarrillos por ese día, ya que si bien ambos amamos la marihuana yo no fumo tabaco y ella quería (por onda conmigo) no fumar pero le fue imposible. Después del vino y los primeros tiritos, la necesidad de nicotina primó ante el intento de onda.
Yo, como comprendo perfectamente cómo funciona esa necesidad en los fumadores, me ofrecí como voluntario a una expedición al Kiosco 24 hs. Me vestí y fui a comprarle puchos con la lencería debajo de mi ropa de varón.
Volví, me saqué la ropa y me puse la bata. Seguimos tomando y fumando mientras nos mimábamos mucho y nos decíamos cosas lindas. Ese estado en que nos pone la droga baja nuestras barreras y nos evidencia explícitamente cuán conectados estábamos.
Después de unos ricos masajitos en la espalda. Me sacó el corpiño. Fuimos al living y con la cuchara de madera que habíamos comprado en el EASY me empezó a dar golpecitos alrededor de las tetillas. Golpecitos muy suaves, ideales para ir acostumbrando la zona. Hasta que ¡PAF! me dio fuerte.
También me ordenó agarcharme y adoptar pose de putita. Quebrando la cintura, agachándome gatuna. Me había puesto su collar de cuero y me daba golpecitos en los cachetes del culo.
Yo tenía una palabra de seguridad para frenar todo eso en caso de sentirme mal o incómodo. Pero las únicas palabras que me salian decir eran: MÁS MÁS, ASÍ ASÍ; MÁS FUERTE. SÍ SÍ SÍ. QUÉ LINDO. AY AY.
La cuchara de madera, de tan fuerte que me daba, se quebró. Pero ella, rápida para la improvisación aprovechó una puntita puntiaguda que quedó como astillada en el mango para pasármela por el pezón. Al principio era como una cosquillita, pero después empezó a pincharme con eso, AY, qué dolor tremendo, increíble, mucho más agudo y poderoso que los golpecitos que comparados no habían sido nada. Por suerte yo estaba súper conectado con ella y totalmente entregado al placer. Era un mundo alucinógeno casi en el que me había metido. Me irradiaba placer desde el pezón llenándome todo el cuerpo estremecido. (gemía tan alto que me tuvo que callar por los vecinos) Ay, nunca me habían hecho una cosa así de intensa.
Pasamos al cuarto y se puso el arnes para cogerme. Me mandó a buscar el consolador que quería que usara de entrada. Primero el negro, y cuando ya esté bien abierto, el rojo, que es más largo. Ay, cómo me meneaba yo de placer. Aprovechaba para hacer unos movimientos gatunos libres y de extremo disfrute.
Tanto se me abrió el culito que llegó a meterme el puño entero. No lo podíamos creer. Si había sido extremo todo hasta ese momento, cruzamos todo límite. Aunque mariconeé un poco y le pedí que lo sacara enseguida. De todos modos fue una experiencia alucinante.
Después nos dormimos abrazados. Qué lindo es dormir con ella después de una noche como la que tuvimos. No veo la hora de que se repita y me vuelva a hacer su #Putita.